sábado, 28 de noviembre de 2009

Elogio de la Inseguridad

En estos días de exabruptos y patotas “pro-seguridad” y groseras maniobras “anti-garantistas” no parece muy sensato reflexionar serenamente sobre “La Inseguridad”… por eso lo haremos.

Pareciera ser que bajo los influjos de no se sabe qué maleficio de racionalidad conservadora, la opinión publicada nos pone ante una falsa disyuntiva en la cual a toda presencia de lo “aún no validado” debe corresponderle una acción “invalidante”, o bien, si algo de “lo nuevo” se mueve… lo ya establecido debiera “inmovilizarlo”.

Así, nuestra sociedad porteña se debate -ante cada estímulo propalado por los multimedios concentrados- entre la persistencia de la incomodidad que supone la tolerancia ante la emergencia de lo diferente y la plácida y definitiva ataraxia que promete su aniquilación.

En este contexto, créannos, es muy difícil sostener el flujo de la sutil afirmación de lo indeterminado… tan vital para que la sustancia de la acción educativa, la transmisión cultural, se pueda abrir cauce.

Las generaciones en contacto, debemos sostener un diálogo en el que los mayores ofrecemos a los más jóvenes lo mejor de lo heredado… porque los consideramos nuestros sucesores válidos, porque afirmamos la continuidad de la vida social, porque queremos que nos superen… y porque es su derecho!!!

Ahora bien, si nos dejáramos llevar por las editoriales monopólicas… nada es más amenazante de nuestra “tranquilidad” que un grupo “inquieto” de jovencitos pobres!!! Y ocurre que exactamente eso: grupos de inquietos jóvenes, mayoritariamente pobres, son nuestros alumnos. En ese -al menos, arbitrario- orden de cosas que nos proponen esos medios… ante ellos, nuestros jóvenes alumnos, ya no estaríamos seguros, nuestra comodidad interdicta por su presencia nos llevaría al temor, y la ansiedad que nos generaría su impredecible existencia… justificaría el más severo disciplinamiento a nuestras normas: vivirán a nuestra imagen y semejanza… o nada!!!

Y esto ya no es educación, es represión o peor aún… exclusión.

La educación supone, de parte nuestra, asumir no sólo la responsabilidad que la sociedad tiene por haberlos traído al mundo, sino también afirmar nuestra generosa decisión -en tanto docentes- de haber elegido la noble tarea de prepararlos para recibir el legado cultural y que continúen ellos todo lo que nosotros hemos sido capaces de hacer y de omitir. Sí, todo. Entiéndase bien: estamos comprometidos con ellos, porque todo nuestro mundo quedará en sus manos.

A nuestra elección, ellos ¿deberían corresponder con… sumisión, resignación, adaptación, gratitud crítica, filial rebeldía…? No estamos seguros!!! ¿Acaso no les corresponderá, a su turno, elegir la herencia? Pareciera que en nuestra historia social reciente, cada una de estas posiciones juveniles ya fue experimentada... Y los futuros que sucesivamente llegaron, esto sí es seguro, no fueron mejores que los presentes!!!

Y los jóvenes aprenden. Tomaron -en los relativos términos de una “identidad juvenil”- todas las posiciones imaginadas. Todas. Menos una, claro, la indiferencia.

He aquí un tema: los educadores necesitamos afirmar lo aún indeterminado, cuidarlo y formarlo para poder transmitirles el legado cultural, mientras nuestros jóvenes parecieran no estar interesados en definirse a continuarlo y proyectarse desde él. Si el futuro va a ser como el presente, o aún peor, no lo quieren. La sociedad “adulta” no está preparando para ellos un mundo mejor, sino -por el contrario- está más bien empecinada en mostrarles que aún en este presente (que no es gran cosa) ellos no son bienvenidos, sobran, están de más, no los queremos aquí porque nos muestran… lo que, como sociedad, hicimos y omitimos por nuestros jóvenes!!!

Hasta aquí, apenas una modesta visita a la realidad con la mirada de quienes no nos sentimos seguros de que la “autoritaria utopía de la seguridad” sea algo bueno…

En términos más domésticos aún, no tenemos por seguro que el gasto en pro de la “seguridad” sea preferible a la inversión en “educación”. No nos convence que el deterioro edilicio, ni el desapego por el cuidado de los bienes comunes puedan detener el avance de los proyectos del Instituto, como su “Centro de Formadores de Docentes -C.A.I.E.- Prof. Avelino Díaz”, su “Museo de Ciencias y Tecnologías”, su “Mejora y Equipamiento de Laboratorio” y muchos otros. Ni siquiera tenemos por nuestra la certeza de que empobrecer la escuela pública y enriquecer la empresa educativa privada (sea confesional, de colectividad o, simplemente, comercial), logre por fin separar a los pocos iguales de los muchísimos diferentes.

Estamos inseguros… dudamos de que llevar a juicio a los legítimos representantes sindicales de los docentes logre escarmentarnos… y a l@s “judicializador@s de la protesta social y educativa” que nos traten de “vagos” -seguramente- seguiremos enseñándoles a respetar la educación pública. Sostendremos con energía las acciones necesarias para que quienes -seguramente- no son ni serán solidarios con todos sus semejantes, al menos no se lleven los egoístas laureles de “su” triunfo.

Tenemos dudas sobre la afirmación de que no hay un futuro mejor por construir, y mientras dudamos… construimos!!!

Creemos que es incierta la perogrullada que repite, cual letanía multicéfala, que las instituciones -aún las centenarias- no se modifican. Eso no es seguro…

En nuestra tozuda afirmación de lo indeterminado, en nuestra pertinaz vocación de pugnar por la igualdad y la libertad de todos, dudamos de lo que parece o busca eternizarse como “seguro”… para unos pocos. Y hasta sospechamos del destino que tendrá lo “seguro”, a juzgar por la sentencia que le dictara el juicio de la historia, según el refrán popular.

Desde este lado de la sociedad, a muchos educadores nos aterraría colaborar en la búsqueda de “seguridad” por conservar lo (¿mal?) habido en nuestra historia reciente, y la no tan reciente. Desde el lado de los que queremos que el futuro sea mejor para todos, sentimos más amigable la vivencia de cierta incertidumbre ante la obcecada pretensión de predicar inexorable a la repetición del presente.

Elogiamos la ética de manifestar un gesto de inseguridad ante la autoritaria exclusión que pretende eternizarse… porque queremos crear las condiciones de posibilidad más aptas para integrar solidariamente lo diverso, lo plural, lo que vive al transformarse.

Y si es en algo bueno, mejor.

Pero no es seguro… por eso continuamos luchando!!!

lunes, 2 de noviembre de 2009

Carta abierta de Santiago Duarte al Ministro Mariano Narodowski

Sr. Ministro Mariano Narodowski:

He visto por la calle los carteles que invitan a estudiar en un profesorado, aquellos que dicen: “Aprender a enseñar tu mejor decisión. Inscripción a profesorados”.

Y debo reconocer que me causaron sorpresa, ya que siempre sostuve que los Ministros de Educación (no sólo usted) desconocían la realidad de las escuelas y colegios. Pues bien, es una buena observación la hecha por usted (o por algún otro funcionario o por algún espía con contrato del Ministerio de Educación): faltan docentes para nuestros alumnos.

De todas maneras, lamento informarle que los carteles no harán acrecentar la cantidad de inscriptos en los profesorados (siento mucho si usted pensaba lo contrario pero es mi deber informárselo, en especial, porque soy uno de los tantos que financió involuntariamente los carteles que usted mandó a imprimir).

Sin embargo, creo que hay otras medidas que sí pueden hacer que los alumnos se inscriban en los profesorados y que por ahí los publicistas del Gobierno desconocen. Le menciono sólo algunas ideas:

- Podría pensar en aumentar el sueldo de los docentes. Imagínese usted cuánto aumentaría la cantidad de personas que se anotarían para estudiar si supieran que cuando terminen su carrera su sueldo les alcanzará para vivir dignamente.

- ¿Y si construyeran escuelas y jardines para que los niños puedan estudiar y los docentes enseñar en aulas con hasta 20 alumnos? Eso generaría que los docentes podamos atender de manera más adecuada a las problemáticas de los chicos. También sería un buen incentivo que funcionaran gabinetes con profesionales (asistentes sociales, psicopedagogos, psicólogos) para poder ayudar a trabajar, si no todos, algunos de los conflictos de los alumnos. De paso, los docentes estaríamos un poco menos desbordados.

- Ya que su intención es que más alumnos estudien en los profesorados, podría derogar el decreto 1990 que hace que algunos cursos se cierren.

- Sería bueno también mejorar las condiciones edilicias: a pesar de los anuncios para las cámaras de televisión, continúan los problemas de este tipo en muchas escuelas, con los obvios problemas que genera para docentes y alumnos.

- Una buena medida sería que frente a diversas situaciones (como cambios en los planes de estudio, leyes de educación, diseños curriculares, etc.), los docentes pudiéramos participar y tomar decisiones. Eso haría que quienes quieran ser docentes se sientan motivados sabiendo que sus palabras e ideas serán tenidas en cuenta.

- No sé qué tan seguido habla con el Ingeniero Macri, pero imagino que lo hace seguido. Si es así, ¿le podría decir que los agravios, como llamarnos “vagos”, no ayudan a que la gente quiera ser docente?

- Un problema muy serio es el tiempo que tardamos en cobrar: imagínese que tardan 6, 7 u 8 meses en pagarle su salario (no un “premio” de 5 cifras, sino un pobre sueldo docente). ¿Cómo hace para vivir? ¿No cree que eso genera que muchos docentes, a sabiendas de que eso ocurre, busquen otro trabajo en el cual no sólo le pagan más sino que lo hacen en término?

- Si busca convencer a las personas -en especial a los jóvenes- de acercarse a la docencia, podría terminar con el régimen de contratación y asegurar para todos los docentes los derechos y obligaciones que figuran en nuestro Estatuto.

- Muchas veces la situación económica impide el hecho de estudiar en un profesorado ya que las cursadas, pero sobretodo las prácticas, son a contraturno. Esto impide que se pueda estudiar y trabajar. Si su deseo es que muchas personas estudien en los profesorados, podría entregar becas para que los que deseen estudiar puedan hacerlo.

Como notó, la lista es extensa y podría seguir, pero creo que con resolver estos puntos se avanzaría bastante en la estimulación de la profesión docente.

Usted me dirá que no le alcanza la plata y puede tener razón. Pero también es cierto que podría, dado que la falta de docentes genera que haya alumnos sin clases y dado que ese no es el único de los problemas de la educación, esgrimir buenos argumentos para pedirle a la Legislatura que apruebe un aumento en el presupuesto de Educación de la Ciudad.

Por último, y sólo para tranquilizarlo, piense que este trabajo hermoso que es la docencia va a ser, a pesar de todos los problemas, elegido por muchas personas que, pese a todo, ingresarán a los profesorados. Y es elegido por muchos día a día para ejercerlo de manera conciente y responsable, a pesar de las políticas educativas que se llevan a cabo. Y es que al ver a un alumno escribir o preguntar o debatir o abrazarnos nos damos cuenta de lo maravilloso de este trabajo. Y eso, por suerte, no entra en ningún cartel.

Atte.,

Santiago Duarte

Maestro de la Escuela 6 DE 8º

Maestro de Adultos en la Escuela 19 DE 19º