sábado, 28 de noviembre de 2009

Elogio de la Inseguridad

En estos días de exabruptos y patotas “pro-seguridad” y groseras maniobras “anti-garantistas” no parece muy sensato reflexionar serenamente sobre “La Inseguridad”… por eso lo haremos.

Pareciera ser que bajo los influjos de no se sabe qué maleficio de racionalidad conservadora, la opinión publicada nos pone ante una falsa disyuntiva en la cual a toda presencia de lo “aún no validado” debe corresponderle una acción “invalidante”, o bien, si algo de “lo nuevo” se mueve… lo ya establecido debiera “inmovilizarlo”.

Así, nuestra sociedad porteña se debate -ante cada estímulo propalado por los multimedios concentrados- entre la persistencia de la incomodidad que supone la tolerancia ante la emergencia de lo diferente y la plácida y definitiva ataraxia que promete su aniquilación.

En este contexto, créannos, es muy difícil sostener el flujo de la sutil afirmación de lo indeterminado… tan vital para que la sustancia de la acción educativa, la transmisión cultural, se pueda abrir cauce.

Las generaciones en contacto, debemos sostener un diálogo en el que los mayores ofrecemos a los más jóvenes lo mejor de lo heredado… porque los consideramos nuestros sucesores válidos, porque afirmamos la continuidad de la vida social, porque queremos que nos superen… y porque es su derecho!!!

Ahora bien, si nos dejáramos llevar por las editoriales monopólicas… nada es más amenazante de nuestra “tranquilidad” que un grupo “inquieto” de jovencitos pobres!!! Y ocurre que exactamente eso: grupos de inquietos jóvenes, mayoritariamente pobres, son nuestros alumnos. En ese -al menos, arbitrario- orden de cosas que nos proponen esos medios… ante ellos, nuestros jóvenes alumnos, ya no estaríamos seguros, nuestra comodidad interdicta por su presencia nos llevaría al temor, y la ansiedad que nos generaría su impredecible existencia… justificaría el más severo disciplinamiento a nuestras normas: vivirán a nuestra imagen y semejanza… o nada!!!

Y esto ya no es educación, es represión o peor aún… exclusión.

La educación supone, de parte nuestra, asumir no sólo la responsabilidad que la sociedad tiene por haberlos traído al mundo, sino también afirmar nuestra generosa decisión -en tanto docentes- de haber elegido la noble tarea de prepararlos para recibir el legado cultural y que continúen ellos todo lo que nosotros hemos sido capaces de hacer y de omitir. Sí, todo. Entiéndase bien: estamos comprometidos con ellos, porque todo nuestro mundo quedará en sus manos.

A nuestra elección, ellos ¿deberían corresponder con… sumisión, resignación, adaptación, gratitud crítica, filial rebeldía…? No estamos seguros!!! ¿Acaso no les corresponderá, a su turno, elegir la herencia? Pareciera que en nuestra historia social reciente, cada una de estas posiciones juveniles ya fue experimentada... Y los futuros que sucesivamente llegaron, esto sí es seguro, no fueron mejores que los presentes!!!

Y los jóvenes aprenden. Tomaron -en los relativos términos de una “identidad juvenil”- todas las posiciones imaginadas. Todas. Menos una, claro, la indiferencia.

He aquí un tema: los educadores necesitamos afirmar lo aún indeterminado, cuidarlo y formarlo para poder transmitirles el legado cultural, mientras nuestros jóvenes parecieran no estar interesados en definirse a continuarlo y proyectarse desde él. Si el futuro va a ser como el presente, o aún peor, no lo quieren. La sociedad “adulta” no está preparando para ellos un mundo mejor, sino -por el contrario- está más bien empecinada en mostrarles que aún en este presente (que no es gran cosa) ellos no son bienvenidos, sobran, están de más, no los queremos aquí porque nos muestran… lo que, como sociedad, hicimos y omitimos por nuestros jóvenes!!!

Hasta aquí, apenas una modesta visita a la realidad con la mirada de quienes no nos sentimos seguros de que la “autoritaria utopía de la seguridad” sea algo bueno…

En términos más domésticos aún, no tenemos por seguro que el gasto en pro de la “seguridad” sea preferible a la inversión en “educación”. No nos convence que el deterioro edilicio, ni el desapego por el cuidado de los bienes comunes puedan detener el avance de los proyectos del Instituto, como su “Centro de Formadores de Docentes -C.A.I.E.- Prof. Avelino Díaz”, su “Museo de Ciencias y Tecnologías”, su “Mejora y Equipamiento de Laboratorio” y muchos otros. Ni siquiera tenemos por nuestra la certeza de que empobrecer la escuela pública y enriquecer la empresa educativa privada (sea confesional, de colectividad o, simplemente, comercial), logre por fin separar a los pocos iguales de los muchísimos diferentes.

Estamos inseguros… dudamos de que llevar a juicio a los legítimos representantes sindicales de los docentes logre escarmentarnos… y a l@s “judicializador@s de la protesta social y educativa” que nos traten de “vagos” -seguramente- seguiremos enseñándoles a respetar la educación pública. Sostendremos con energía las acciones necesarias para que quienes -seguramente- no son ni serán solidarios con todos sus semejantes, al menos no se lleven los egoístas laureles de “su” triunfo.

Tenemos dudas sobre la afirmación de que no hay un futuro mejor por construir, y mientras dudamos… construimos!!!

Creemos que es incierta la perogrullada que repite, cual letanía multicéfala, que las instituciones -aún las centenarias- no se modifican. Eso no es seguro…

En nuestra tozuda afirmación de lo indeterminado, en nuestra pertinaz vocación de pugnar por la igualdad y la libertad de todos, dudamos de lo que parece o busca eternizarse como “seguro”… para unos pocos. Y hasta sospechamos del destino que tendrá lo “seguro”, a juzgar por la sentencia que le dictara el juicio de la historia, según el refrán popular.

Desde este lado de la sociedad, a muchos educadores nos aterraría colaborar en la búsqueda de “seguridad” por conservar lo (¿mal?) habido en nuestra historia reciente, y la no tan reciente. Desde el lado de los que queremos que el futuro sea mejor para todos, sentimos más amigable la vivencia de cierta incertidumbre ante la obcecada pretensión de predicar inexorable a la repetición del presente.

Elogiamos la ética de manifestar un gesto de inseguridad ante la autoritaria exclusión que pretende eternizarse… porque queremos crear las condiciones de posibilidad más aptas para integrar solidariamente lo diverso, lo plural, lo que vive al transformarse.

Y si es en algo bueno, mejor.

Pero no es seguro… por eso continuamos luchando!!!

lunes, 2 de noviembre de 2009

Carta abierta de Santiago Duarte al Ministro Mariano Narodowski

Sr. Ministro Mariano Narodowski:

He visto por la calle los carteles que invitan a estudiar en un profesorado, aquellos que dicen: “Aprender a enseñar tu mejor decisión. Inscripción a profesorados”.

Y debo reconocer que me causaron sorpresa, ya que siempre sostuve que los Ministros de Educación (no sólo usted) desconocían la realidad de las escuelas y colegios. Pues bien, es una buena observación la hecha por usted (o por algún otro funcionario o por algún espía con contrato del Ministerio de Educación): faltan docentes para nuestros alumnos.

De todas maneras, lamento informarle que los carteles no harán acrecentar la cantidad de inscriptos en los profesorados (siento mucho si usted pensaba lo contrario pero es mi deber informárselo, en especial, porque soy uno de los tantos que financió involuntariamente los carteles que usted mandó a imprimir).

Sin embargo, creo que hay otras medidas que sí pueden hacer que los alumnos se inscriban en los profesorados y que por ahí los publicistas del Gobierno desconocen. Le menciono sólo algunas ideas:

- Podría pensar en aumentar el sueldo de los docentes. Imagínese usted cuánto aumentaría la cantidad de personas que se anotarían para estudiar si supieran que cuando terminen su carrera su sueldo les alcanzará para vivir dignamente.

- ¿Y si construyeran escuelas y jardines para que los niños puedan estudiar y los docentes enseñar en aulas con hasta 20 alumnos? Eso generaría que los docentes podamos atender de manera más adecuada a las problemáticas de los chicos. También sería un buen incentivo que funcionaran gabinetes con profesionales (asistentes sociales, psicopedagogos, psicólogos) para poder ayudar a trabajar, si no todos, algunos de los conflictos de los alumnos. De paso, los docentes estaríamos un poco menos desbordados.

- Ya que su intención es que más alumnos estudien en los profesorados, podría derogar el decreto 1990 que hace que algunos cursos se cierren.

- Sería bueno también mejorar las condiciones edilicias: a pesar de los anuncios para las cámaras de televisión, continúan los problemas de este tipo en muchas escuelas, con los obvios problemas que genera para docentes y alumnos.

- Una buena medida sería que frente a diversas situaciones (como cambios en los planes de estudio, leyes de educación, diseños curriculares, etc.), los docentes pudiéramos participar y tomar decisiones. Eso haría que quienes quieran ser docentes se sientan motivados sabiendo que sus palabras e ideas serán tenidas en cuenta.

- No sé qué tan seguido habla con el Ingeniero Macri, pero imagino que lo hace seguido. Si es así, ¿le podría decir que los agravios, como llamarnos “vagos”, no ayudan a que la gente quiera ser docente?

- Un problema muy serio es el tiempo que tardamos en cobrar: imagínese que tardan 6, 7 u 8 meses en pagarle su salario (no un “premio” de 5 cifras, sino un pobre sueldo docente). ¿Cómo hace para vivir? ¿No cree que eso genera que muchos docentes, a sabiendas de que eso ocurre, busquen otro trabajo en el cual no sólo le pagan más sino que lo hacen en término?

- Si busca convencer a las personas -en especial a los jóvenes- de acercarse a la docencia, podría terminar con el régimen de contratación y asegurar para todos los docentes los derechos y obligaciones que figuran en nuestro Estatuto.

- Muchas veces la situación económica impide el hecho de estudiar en un profesorado ya que las cursadas, pero sobretodo las prácticas, son a contraturno. Esto impide que se pueda estudiar y trabajar. Si su deseo es que muchas personas estudien en los profesorados, podría entregar becas para que los que deseen estudiar puedan hacerlo.

Como notó, la lista es extensa y podría seguir, pero creo que con resolver estos puntos se avanzaría bastante en la estimulación de la profesión docente.

Usted me dirá que no le alcanza la plata y puede tener razón. Pero también es cierto que podría, dado que la falta de docentes genera que haya alumnos sin clases y dado que ese no es el único de los problemas de la educación, esgrimir buenos argumentos para pedirle a la Legislatura que apruebe un aumento en el presupuesto de Educación de la Ciudad.

Por último, y sólo para tranquilizarlo, piense que este trabajo hermoso que es la docencia va a ser, a pesar de todos los problemas, elegido por muchas personas que, pese a todo, ingresarán a los profesorados. Y es elegido por muchos día a día para ejercerlo de manera conciente y responsable, a pesar de las políticas educativas que se llevan a cabo. Y es que al ver a un alumno escribir o preguntar o debatir o abrazarnos nos damos cuenta de lo maravilloso de este trabajo. Y eso, por suerte, no entra en ningún cartel.

Atte.,

Santiago Duarte

Maestro de la Escuela 6 DE 8º

Maestro de Adultos en la Escuela 19 DE 19º

sábado, 12 de septiembre de 2009

Carta abierta de Juan Pedro Mc Laughlin al Ministro Mariano Narodowski

Ministro Mariano:

He visto en la vía pública los carteles amarillos que nos dan las gracias a los docentes. De mi parte, no se hubiera molestado... No tiene que darme las gracias.
No es necesario ahora, aunque sí necesité que usted me defendiera cuando su Jefe de Gobierno me llamó "vago".
Además ya me dieron las gracias, a mí y a mis compañeros de escuela, los chicos con sus risas, sus cartitas y sus pequeños regalitos. Mi escuela fue denominada por alguien como de "alta vulnerabilidad" (expresión rebuscada para definir a chicos que no tienen suficiente comida, suficiente afecto, suficiente ropa y suficiente color blanco en la piel para no ser discriminados). Y en mi escuela tuvimos una linda fiesta.
Le conté que los primeros que nos dieron las gracias fueron los chicos con sus actuaciones, sus aplausos, sus besos, sus escritos en los pizarrones, sus bromas, sus... seguiría veinte renglones más.
Nos dieron las gracias los padres que se presentaron en el acto.
Nos dimos las gracias entre nosotros por apoyarnos para seguir el camino de nuestra vocación ante tantas dificultades.
Nos dieron las gracias conducciones actuales (que son por sobre todo maestr@s) y pasadas, maestr@s jubilad@s que nos agradecían haber tomado la posta.
Nos dieron las gracias las auxiliares haciéndonos con sus manos unos costrureritos muy bien prácticos, que a mí me viene bárbaro porque siempre pierdo los botones del guardapolvo... (¿hace cuánto tiempo no se pone el guardaopolvo blanco, Ministro Mariano? ¿Se acuerda lo que se siente ahí adentro?... Es fantástico!)
Nos dió las gracias la Asociación Cooperadora con unas masas para chuparse los dedos.
Nos dio las gracias el concesionario con unas facturas.
Nos dimos las gracias tod@s con unas empanadas y gaseosas a diez pesos por cabeza (no lo tome a mal, pero con lo que gastó en la pegatina de carteles amarillos... podría habernos mandado unos sanguchitos!)
Nos dio las gracias Luciano, un chico discapacitado con un poema recitado con dificultad y voz casi imperceptible y ante un silencio profundo y ancho terminó alzando el tono: "¡Ayúdenme chicos a decir, feliz día maestros!" Se está perdiendo estas cosas, Ministro Mariano.
No lo tome como una crítica o una irrespetuosidad. Esta carta es a título personal. No represento a nadie y tampoco me representa ningún gremio ni agrupación. He leído algunos de sus escritos y sigo las editoriales de la revista Plural. Se nota que usted es un hombre que tiene fuertes conocimientos. Pero aquí abajo, Ministro Mariano, en la trinchera de la escuela las cosas se viven de otra manera.
Por eso me permito escribirle esta carta. Porque hoy estaba contento y me amargaron el día esos carteles amarillos y negros. Son los mismos colores que usaron para hacerle conocer a la sociedad nuestro miserable salario.
Denos las gracias, si quiere, apurando la devolución de los descuentos que la justicia ordenó reintegrar por los días de paro.
Denos las gracias viendo qué pasa con docentes suplentes que no cobran desde hace cuatro o cinco meses su salario.
Denos las gracias tratando de hacer algo para que haya más alumnos en los profesorados.
Pero no era necesario el agradecimiento desde las paredes.
Si hoy tuviese otra vez 18 años volvería a elegir esta profesión aunque por ejercerla tanto tiempo en condiciones tan malas tengo mi cabeza muy gastada. Volvería a elegirla no para que alguien me diera las gracias. Sino porque a pesar que soy un maestro finalizando su carrera docente con 37 temporadas en las escuelas todavía sigo emocionándome, como cuando estaba recién recibido, cuando llega esta fecha. Que viva la escuela pública, como usted también debe quererlo.
Aunque pensemos muy distinto, feliz día Ministro Mariano y por favor... no me de las gracias desde un cartel amarillo. Duele.

Respetuosamente
Juan Pedro Mc. Loughlin
Maestro de escuela pública.

miércoles, 19 de agosto de 2009

EL PULSO DEL DOCENTE

EL PULSO DEL DOCENTE

Llegás a la escuela a las trece horas. El colectivo lleno te dejó aplastada en la esquina. El portero te saluda, ya con cara de desastre. ¡El padre de Chávez te está buscando: le pegaron a su hijo ayer a la salida de la escuela, acá, a dos cuadras! ¡Está hablando con la directora!

Imperturbable, seguís a la cocina. Está la vicedirectora pidiendo la entrega, para las 14 horas a más tardar, de una planilla de todos los chicos del grado discriminando número de documento, alumnos repetidores, situación socioeconómica de los padres. Casos problemáticos y niños con enfermedades neurológicas. Una compañera te pasa, al mismo tiempo, la revistita de Avon. Otra, una hoja para que completen los que van a colaborar con el acto del 17 de agosto.

Una madre aparece. ¡Mi hijo no va a venir hoy porque tiene fiebre, ¿me da alguna tarea?! Rebuscás en la valija, salen algunas antigüedades vergonzosas. ¡Léale un cuento y que lo dibuje! ¡Que escriba la parte que más le gustó!

Toca la campana. Todos a formar. La vicedirectora se olvida de venir. Tarda… Tarda… Los chicos se empiezan a poner molestos. Las maestras se miran. ¿No viene? ¡No viene? ¡Andá a llamarla!, le dicen a la que está más cerca de la puerta de la dirección. Pero la “vice” está en el baño. Al fin sale. Con cara de mala gana les dice: ¡Si no se callan, les descuento cinco minutos de todos los recreos. Los estoy esperando… (Se invierten los papeles, ella nos espera a nosotros) ¿No se dan cuenta? El de la mochila roja, ¡¡se puede quedar quieto!!

En cada aula empieza a repetirse la vida cotidiana.

Poner la fecha. Abrir el armario que no abre. Sacar el cuaderno. No tengo punta. No tengo tiza. No tengo sacapuntas. Interrumpe el portero. Interrumpe la mamá de Mario Pérez.

Recreo. Golpes, juegos, golpes, hielo en la cabeza. El Servicio médico llega a tiempo.

Campana. Segundo round. Al aula.

Intento comenzar la clase que he planificado con antelación. Un hermoso cuento que mis alumnos sabrán valorar en plenitud. A los niños siempre les gustan los cuentos, salvo a estos chicos. Codazos, empujones, uno se cae de la silla y aplasta al compañero. Interrumpo el relato, no es grave el golpe, intento nuevamente retomar el cuento, noto que el interés se ha instalado: escuchan, acotan con preguntas interesantes y gestos de asombro. La puerta se abre y aparece Gladys, la portera, pidiendo la planilla completa porque la “dire” la quiere ya… Entrego la planilla mientras la hermosa rueda que habíamos armado ya no existe. En un rincón, una pila de piernas y zapatillas; en el otro rincón, las nenas protagonizan una discusión, pelo en mano, sobre figuritas perdidas… ¿De quién es la figurita? Apelo a los recursos del Ministerio; luego de un rato, los olvido para retomar el clásico grito magistral… ¡Se sientan! ¡¡Cuento hasta tres…!!

Miro el reloj, el portero se olvidó de tocar la campana. No resisto más… yo también me quiero ir como los chicos.

Salimos al recreo: golpes, caídas, chichones, hielo, escupidas, ¿servicio médico otra vez? Tumulto en el kiosco. Un nene se hizo caca en los pantalones, me dice Norma. No saben si es de mi primero o del otro. (Que no sea mío, que no sea mío, que no sea mío… ¡Es mío!)

Cierro los ojos, aprieto los puños. Allá voy. No hay otro pantalón.

Buscar teléfono o dirección (urgente). Llamar a la mamá (hace frío). Tumulto en zona de baños: un nene se cagó. Parecen fans de Ricki Martin esperando autógrafo. El nene llora. Se esconde tras el inodoro. No quiere salir. Le da vergüenza. La madre, inubicable. Viene un hermano un poquito más grande. Trae un pantaloncito, no calzoncillo. Toca la campana. Los fans de Ricki Martin se retiran. El nene se viste llorando y se va.

Entramos. Enseño uno más uno. Dos… dos… con palitos, con bolitas, con chapitas…. Material concreto, material representativo, material abstracto…

Luchar por enseñar, luchar por enseñar, limpiar, cobrar, correr, hablar, gritar, explicar, susurrar, actuar, repartir alfajores, galletitas, sandwichitos, papelitos. Firmar circulares, firmar circulares, escribir actas, cobrar cooperadora, recoger dinero de rifas, ordenar bancos, comprar empanadas, comprar pastelitos….

Si te pasa algo de esto, si al llegar a tu casa desfallecés en un sillón y tardás tres horas en recuperarte, si al encontrarte con otra maestra, los novios y maridos quedan como solos, porque ustedes hablan todo el tiempo de la escuela; si para pensar en lo que ocurre en un día necesitás cuatro: no te sientas sola.

Los maestros recepcionamos demandas múltiples y las resolvemos en forma urgente. Vivimos con una sensación de vértigo continuo. Acción sobre acción, que entretejen una práctica impregnada de hechos inconexos sin posibilidad de reflexionar sobre el propio trabajo, todo lo cual constituye un modo de alienarnos, desdibujarnos como trabajadores y como personas.

La escuela se ha constituido en un lugar para actuar, no para pensar. Como diría el psicólogo Fernando Ulloa, son tiempos de vivir a medias, donde impera el desconocimiento y la negación de las razones profundas que sustentan el malestar escolar, enraizado en un malestar social y cultural que lo sostiene.

¿Dónde está la salida? Hay cientos de puertas: me quedo en casa, que con mis chicos tengo suficiente; le pido a mi marido que le pegue a la directora; le digo a los chicos que se dejen de molestar que mi papá es policía y encima más grande que el de ellos (y por eso estoy aquí); grito igual que ellos en un brote y les explico que soy neurótica- psicótica -estrambótica y entonces piden por favor que los cambien de grado y se van con esa bruja del B que nunca quiere planificar conmigo; los someto a algún extraño rito vudú, así salgo en los diarios y Mauro Viale me lleva a su programa y Chiche Gelblung me paga como a Mariana Nanis por la exclusiva y tiro por la borda el sueño de enseñar libremente para ayudar a las mentes libres.

Pará, serenate, tomate cinco minutos y tomate un té. Lidia Fernández, profesora de la Universidad de Buenos Aires, sostiene que “el dolor pierde poder enajenante si adquiere significado en un proyecto” y tenemos a mano el más importante: impedir que expropien nuestra dignidad. Eso, dignidad. Hasta mañana, chicos... Has-ta-ma-ña-na-se-ño-ri-tas.

Nora de Carlo y Mariana Caballero.

Maestras de Grado y Profesoras de Ciencias de la Educación.

¿De qué sirve el profesor?

¿De qué sirve el profesor?

Por Umberto Eco
Para
LA NACION

Lunes 21 de mayo de 2007

¿En el alud de artículos sobre el matonismo en la escuela he leído un episodio que, dentro de la esfera de la violencia, no definiría precisamente al máximo de la impertinencia... pero que se trata, sin embargo, de una impertinencia significativa. Relataba que un estudiante, para provocar a un profesor, le había dicho: "Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?"

El estudiante decía una verdad a medias, que, entre otros, los mismos profesores dicen desde hace por lo menos veinte años, y es que antes la escuela debía transmitir por cierto formación pero sobre todo nociones, desde las tablas en la primaria, cuál era la capital de Madagascar en la escuela media hasta los hechos de la guerra de los treinta años en la secundaria. Con la aparición, no digo de Internet, sino de la televisión e incluso de la radio, y hasta con la del cine, gran parte de estas nociones empezaron a ser absorbidas por los niños en la esfera de la vida extraescolar.

De pequeño, mi padre no sabía que Hiroshima quedaba en Japón, que existía Guadalcanal, tenía una idea imprecisa de Dresde y sólo sabía de la India lo que había leído en Salgari. Yo, que soy de la época de la guerra, aprendí esas cosas de la radio y las noticias cotidianas, mientras que mis hijos han visto en la televisión los fiordos noruegos, el desierto de Gobi, cómo las abejas polinizan las flores, cómo era un Tyrannosaurus rex y finalmente un niño de hoy lo sabe todo sobre el ozono, sobre los koalas, sobre Irak y sobre Afganistán. Tal vez, un niño de hoy no sepa qué son exactamente las células madre, pero las ha escuchado nombrar, mientras que en mi época de eso no hablaba siquiera la profesora de ciencias naturales. Entonces, ¿de qué sirven hoy los profesores?

He dicho que el estudiante dijo una verdad a medias, porque ante todo un docente, además de informar, debe formar. Lo que hace que una clase sea una buena clase no es que se transmitan datos y datos, sino que se establezca un diálogo constante, una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende en la escuela y lo que viene de afuera. Es cierto que lo que ocurre en Irak lo dice la televisión, pero por qué algo ocurre siempre ahí, desde la época de la civilización mesopotámica, y no en Groenlandia, es algo que sólo lo puede decir la escuela. Y si alguien objetase que a veces también hay personas autorizadas en Porta a Porta (programa televisivo italiano de análisis de temas de actualidad), es la escuela quien debe discutir Porta a Porta. Los medios de difusión masivos informan sobre muchas cosas y también transmiten valores, pero la escuela debe saber discutir la manera en la que los transmiten, y evaluar el tono y la fuerza de argumentación de lo que aparecen en diarios, revistas y televisión. Y además, hace falta verificar la información que transmiten los medios: por ejemplo, ¿quién sino un docente puede corregir la pronunciación errónea del inglés que cada uno cree haber aprendido de la televisión?

Pero el estudiante no le estaba diciendo al profesor que ya no lo necesitaba porque ahora existían la radio y la televisión para decirle dónde está Tombuctú o lo que se discute sobre la fusión fría, es decir, no le estaba diciendo que su rol era cuestionado por discursos aislados, que circulan de manera casual y desordenado cada día en diversos medios –que sepamos mucho sobre Irak y poco sobre Siria depende de la buena o mala voluntad de Bush. El estudiante estaba diciéndole que hoy existe Internet, la Gran Madre de todas las enciclopedias, donde se puede encontrar Siria, la fusión fría, la guerra de los treinta años y la discusión infinita sobre el más alto de los números impares. Le estaba diciendo que la información que Internet pone a su disposición es inmensamente más amplia e incluso más profunda que aquella de la que dispone el profesor. Y omitía un punto importante: que Internet le dice "casi todo", salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información.

Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales).

El problema dramático es que por cierto a veces ni siquiera el profesor sabe enseñar el arte de la selección, al menos no en cada capítulo del saber. Pero por lo menos sabe que debería saberlo, y si no sabe dar instrucciones precisas sobre cómo seleccionar, por lo menos puede ofrecerse como ejemplo, mostrando a alguien que se esfuerza por comparar y juzgar cada vez todo aquello que Internet pone a su disposición. Y también puede poner cotidianamente en escena el intento de reorganizar sistemáticamente lo que Internet le transmite en orden alfabético, diciendo que existen Tamerlán y monocotiledóneas pero no la relación sistemática entre estas dos nociones.

El sentido de esa relación sólo puede ofrecerlo la escuela, y si no sabe cómo tendrá que equiparse para hacerlo. Si no es así, las tres I de Internet, Inglés e Instrucción seguirán siendo solamente la primera parte de un rebuzno de asno que no asciende al cielo.

La Nacion/L’Espresso

(Distributed by The New York Times Syndicate)

(Traducción: Mirta Rosenberg)

sábado, 1 de agosto de 2009

L@S DIDACTONAUTAS...

LOS DIDACTONAUTAS DE LAS BUROCRATOPISTAS DEL SUR
- O ESCUELA TOMADA -
(Un relato ficcional que ni Julio Cortázar, ni Enrique Santos Discepolo… hubieran podido imaginar)
Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias…

Resulta que Uno es profesor y cuando va a la Escuela, como siempre, prepara sus clases, elige o escribe sus textos, consigue o construye materiales para realizar experiencias de ciencias, e imagina situaciones de enseñanza para que sus alumnos, estos alumnos -futuros docentes- que Uno tiene, aprendan lo mejor posible el tema en cuestión, comprendan las implicancias políticas, teóricas y prácticas de portar conocimientos y algún día, tal vez, emprendan su propia marcha pensando en formas nuevas de transmitir lo mismo a otros, pero mejor.
Eso es, nada más y nada menos, lo que todos los días Uno busca lleno de esperanzas… Un día tras otro, muchos meses, varios años. Y un día -por querer sin presentir- Uno descubre que las paredes grises ya están descascaradas, las escaleras de mármol ya trepidan, los frisos de los techos ya desprenden bloques de mampostería, el viento ya silba libre dentro de las aulas sin vidrios y corre vertiginoso en los pasillos sin ventanas. Uno ve que llueve en los patios cubiertos tanto como en las calles y que las luces vespertinas languidecen…

Uno sabe que la lucha es cruel y es mucha…

Ahora el Gobierno de la Ciudad dice que licitará una gran “Obra” de reparación. El primer Ministro de Educación de la Ciudad, ahora Autónoma, fue compañero mío en Congresos de la F.U.A., me llevaba unos años, se lo presentía comprometido y preparado. Luego yo me recibí de Profesor y, más tarde, él fue Profesor mío. Me introdujo en “El Oficio de Sociólogo”, me enseñó a valorar críticamente la teoría de “La Riqueza de las Naciones”, del “Capital Humano” y del “Capital Social”. También lo vi desmantelar implacablemente el pensamiento neoliberal fundado en Keynes. Una formación admirable, un erudito, el Ministro. Ahora bien ¿puede un erudito colmado de conocimiento alejarse de la verdad predicada? ¿Puede un heredero de la Escuela y la Universidad Pública, traicionando sus orígenes, malvender nuestra heredad?

… pero Uno lucha y se desangra por la fe que lo empecina…

Ahora aparecen los agentes de la “Obra”: obreros, capataces, técnicos, arquitectos e ingenieros. Empresarios no. Funcionarios no...
Ahora tabican el ala sur del edificio. Aparece una construcción nueva que vincula la Escuela con el viejo Laboratorio de Biología. Una cuña vidriada entre dos monumentales cuerpos neoclásicos.
Ahora hay menos aulas, damos clases en el Laboratorio de Física, en la Bedelía, en el Bar de enfrente. Damos clases más apretados, combinados o superpuestos. Los exámenes los tomamos… en el comedor... de una Escuela vecina. Esto parece un “Bingo” académico.
Ahora los agentes de “la Obra” tapian también el ala norte, pero no destabican totalmente el ala sur del edificio. Ya hay menos aulas, ya no hay Laboratorios, se esfumó la Bedelía y, rápidos, invaden y ocupan Siberia, Trans-Siberia y ¡Kamchatka! Ahora damos clases... más breves y menos frecuentes; pero -para eso- nos turnamos…
Ahora el “movimiento materno-paterno-docente-estudiantil” aumenta su confusión, se vuelve browniano. Los encuentros en clase se vuelven más intermitentes, azarosos, casi efímeros, van perdiendo vigencia. En verdad: languidecen. Las luces vespertinas de los pasillos, agonizan…

Uno va arrastrándose entre espinas en su afán de dar su amor…

Ahora, quien fue el primer Ministro de Educación de la Ciudad, Autónoma, ya es Ministro de Educación de la Nación. La segunda Ministra de Educación de la Ciudad promete equipar el Laboratorio. Dice que -para eso, sí- ahora hay dinero. Ahora “los agentes de la Obra” están desmantelando el viejo Laboratorio. Salimos al patio. En el patio hay volquetes. En los volquetes hay… equipamiento de Laboratorio. Son instrumentos antiguos, sí, pero son muy buenos, aún útiles… y siempre nobles!
Ahora es de noche, ya casi media noche. Aprovechamos la negra oscuridad del patio para “recuperar” los equipamientos del viejo Laboratorio de las fauces, con forma de volquetes, de la gran “Obra” de reparación. La Historia nos absolverá, pensamos: ningún Profesor de Física honesto entrega sus útiles de Laboratorio sin luchar… Los guardamos donde podemos, los reparamos, los cuidamos, los escondemos. Aunque más no sea, para un museo, van a volver a vivir, pensamos, llenos de esperanza… Para recordar cómo el Estado jerarquizaba la Educación Científica en la Escuela Pública! Aunque sea para eso, tendrán que volver a existir en la Escuela, soñamos… con empecinada fe.

Uno sufre y se destroza hasta entender… que se ha quedado sin corazón

Ahora es un luminoso atardecer de comienzos de otoño. Liberan el territorio de parte del ala sur. Las aulas están coquetas, los pupitres ruinosos. Encontramos, al sur, un nuevo Laboratorio, no tiene gas. No podremos destilar soluciones, ni tener experiencias con calor, ni analizar llamas y espectros radiantes. La “Empresa” fijó el Curriculum de la Formación de Profesores de Física de la Ciudad Autónoma. La “Empresa” a cargo de la gran “Obra” de reparación, dice dónde, qué, cómo y cuándo enseñar.
Ahora es el fin del otoño, pero de otro otoño. Comienza a nublarse el cielo de la tarde. Estamos dando clases modestamente expandidos. Estamos casi tranquilos. Volvimos a dar clases con entusiasmo… y con alumnos, dentro de las aulas! Vemos que afuera comienza una suave lluvia de otoño. Vemos que adentro de las aulas... también comienza una suave lluvia !!! Profesores con alumnos, en las aulas... y empieza a llover !!! Por los techos de las aulas... llueve !!! Por los aparatos eléctricos, por los de iluminación... llueve en las aulas !!! Llueve en las aulas del ala sur y en las del ala norte. Ahora evacuan Siberia, Trans-Siberia y ¡Kamchatka !!!… Ahora, otra vez, suspenden las clases…

Precio de castigo que Uno entrega a un amor que lo engañó...

Ahora no hay clases. Es invierno. Continúa la segunda Ministra de Educación de la Ciudad. El movimiento materno-paterno-docente-estudiantil quiere culpar al Rector de la Escuela por… no colocar a tiempo la membrana impermeabilizante en los techos. Él está convencido de que a él no le correspondía. Creemos que tiene razón. No importa, igual lo acusan…
Ahora pasaron semanas. Hubo elecciones en la Ciudad. Volvemos a dar clases. Hay menos aulas. Hay menos alumnos en las aulas.
Ahora, los agentes de la “Obra” tapiaron la parte central del edificio, el “casco histórico”. El ala sur y el ala norte quedaron incomunicadas. Para llegar de una a la otra, hay que atravesar una estrechísima portezuela en lo más oscuro del pasillo del Aula Magna. En ese pasillo, ahora llamado “Kosovo”, con el crepúsculo del atardecer llegan las primeras penumbras. Luego, la luz, simplemente, desfallece y muere. Ahora nos reagrupamos y, como podemos, nos refugiamos en Siberia...

Si Uno tuviera el corazón... ¡El corazón que dio!...

Ahora pasaron otras semanas. El fin del invierno es inminente. Mientras tanto, la “Obra” parece no poder empeorar. Ya casi volvemos a empezar a dar clases… en aulas y -tal vez- con algunos alumnos dentro de ellas.
Ya tenemos la tercera Ministra de Educación de la Ciudad Autónoma. Tiene ganas de que las cosas mejoren, dice. Inicia una nueva carrera de especialización de postítulo para docentes. Busca entusiasmar…

Si Uno pudiera como ayer, querer sin presentir...

Ahora es otro año y estamos en la Escuela, dando clases nuevamente.
Es sábado a la tarde... y también estamos dando clases, en el nuevo postítulo... Pero ya, apenas es domingo a la noche y veo -por TV- atónito, que... se cayeron los techos de las aulas de la Escuela… a la mañana !!!
El movimiento materno-paterno-docente-estudiantil dice que la culpa la tuvo el Rector de la Escuela por… no sostener los techos a tiempo… Y que “así” no se puede dar clases! Él está convencido de que a él no le corresponde… sostener los techos (aún fisurados, aunque ya impermeables)… incluso los domingos. Creemos que tiene razón. No importa, igual lo acusan. Y “así”... no estamos, nuevamente, dando clases.
Ahora estamos en la “diáspora”. La Escuela está clausurada, por culpa del Rector, dicen. Pero pronto volvemos a dar clases, fuera de nuestra Escuela. La primaria, en Congreso. Parte de la secundaria, en San Telmo, la otra en Almagro. El magisterio en Boedo y el profesorado en Balvanera. El postítulo: acampe de docentes refugiados !!! Los practicantes, en los cien barrios porteños... Los profesores de prácticas, forzados al turismo aventura: ¿cómo navegar la burocracia remando... y -afirmados sólo en la tenaz solidaridad de unos cuantos- intentar aún que los practicantes, estos alumnos -futuros docentes en formación- que Uno tiene, no naufraguen?

Sin pensar Uno que tú eras como esos, los perversos, los que hundieron mi vivir.

Hace poco asumió la tercera Ministra de Educación de la Ciudad Autónoma. Excelente docente, la Ministra. Fue compañera mía de trabajo, en una errante Universidad del conurbano bonaerense. Fue amable y solidaria con nuestros estudiantes, entonces… Egresada de la universidad Pública. Muy culta y preparada, una erudita la Ministra. Ahora bien ¿puede un erudito colmado de conocimiento alejarse de la verdad predicada? ¿Puede un heredero de la Escuela y la Universidad Pública, traicionando sus orígenes, malvender nuestra heredad?
Ahora nos enteramos que el equipamiento de Laboratorio que prometió la segunda Ministra, pareció… un poco “excesivo” a los asesores y a los administradores de la “caja” de la tercera Ministra. Nos proponen “comenzar con lo más básico”. Lo más básico es “reparar el daño”, contestamos...
Quedaron en pensarlo...

Si Uno olvidara a la que ayer lo destrozó...

Ahora es primavera. Alumnos, maestros y profesores de la Escuela, estamos en clase, pero en otras Escuelas. El Rector de la Escuela ya no está. No está ni en esta ni en otras Escuelas… Fue culpabilizado por el movimiento materno-paterno-docente-estudiantil. El está convencido de que no le correspondía a él… sostener la prudencia y la sensatez de todos. Nosotros creemos que tiene razón. Pero igual, lo licenciaron… Está afuera, está con licencia… “psiquiátrica” !!!

Pero, Dios te trajo a mi destino sin pensar que ya es muy tarde

Ahora, el Secretario de Educación de la tercera Ministra de la Ciudad Autónoma, es un sumiso pastor de almas místicas, religiosas y mercantiles, todas subsidiadas por el generoso Estado. Nos convocó a una reunión. En la reunión preguntó ¿qué podemos hacer para que “la Empresa” cumpla? Y... por qué no demandarla por estrago doloso en grado de tentativa reiterada, dijimos. -Qué interesante-, dijo. -Anote "eso"-, pidió a una asistente. Todavía no hay nadie preso por “eso”, decimos...
Ahora estamos pasando otro invierno...

Pura como sos, habrías salvado mi esperanza con tu amor...

Ahora finaliza otra primavera y volvemos al viejo y querido edificio. Ahora está aún más dañado que antes de ser “reparado”. La “Empresa”, por fin, dejó la “Obra” así… y se fue !!! Desaparecieron cosas. Libros no... Desaparecieron computadoras, filmadoras y cámaras fotográficas digitales, impresoras, herramientas y… bobinas de cobre !!! Libros no...

Un frío cruel que es peor que el odio, tumba horrenda de mi amor

Ahora tenemos al cuarto Ministro de Educación de la Ciudad Autónoma. El Ministro del Empresario es egresado de la casa... de nuestra propia Escuela!!! Heredero de la Escuela Pública, Doctor en Educación… un erudito, el cuarto Ministro de la Ciudad. Ahora bien ¿puede un erudito colmado de conocimiento alejarse de la verdad predicada? ¿Puede un heredero de la Escuela y la Universidad Pública, traicionando sus orígenes, malvender nuestra heredad?
Ahora es un nuevo otoño. El edificio de la Escuela está igual de averiado que cuando se inició la gran "Obra" de reparación. Ya vuelve a llover adentro... Aún hace mucho calor, pero -en alguna primavera, que ya ni recuerdo- sacaron los ventiladores. El laboratorio, obviamente sin gas, y vacío de esperanzas... tampoco tiene equipamiento!!! Pero, memoriosos, volvemos a dar clases… en las aulas, en la Escuela... y con alumnos !!!

¡ maldijo para siempre y me robó... toda ilusión !…

El cuarto Ministro de Educación de la Ciudad, tan neoliberal él, dice amar a Sarmiento y quiere... "reconstruir" la Educación. El saliente Ministro de Educación de la Nación -primer Ministro de Educación de la Ciudad- ahora Senador Nacional, también quiere... “reconstruir” la Escuela Pública. Ellos, que tantos afanes tuvieron en destruirla, la quieren... “reconstruir”, dicen. No, gracias… les decimos.
Ahora hay otro Ministro de Educación de la Nación. El nuevo fue asesor del anterior. Leí sus libros en esta Escuela cuando era estudiante. Los leí y los recomendé, también aquí, ya siendo Profesor. Los leo y los sigo recomendando siempre. Es Doctor en Educación, un excelente diagnosticador… un erudito, el Ministro. Ahora bien ¿puede un erudito colmado de conocimiento alejarse de la verdad predicada? ¿Puede un heredero de la Escuela y la Universidad Pública, traicionando sus orígenes, malvender nuestra heredad?

¡¿Todavía dicen querer construir la Educación Pública, después de “eso”?
-No. Gracias.-, les decimos!

Uno sabe que la lucha es cruel y es mucha…
pero lucha… y se desangra por la fe que lo empecina…

Prof. Carlos Trapani I.E.S. Nº 2 “Mariano Acosta” C.A.B.A